Gustave Flaubert

El farmacéutico respondió:
- Tengo una religión, mi religión, y tengo más que todos ellos, con sus comedias y charlatanerías. Por el contrario, yo adoro a Dios. ¡Creo en el ser supremo, un creador, cualquiera que sea, me importa poco, que nos ha puesto aqui abajo para cumplir nuestros deberes de ciudadanos y de padres de familia; pero no necesito ir a una iglesia a besar bandejas de plata y a engordar con mi bolsillo un monton de farsantes que se alimentan mejor que nosotros! Porque se puede honrarlo lo mismo en un bosque, en un campo, o incluso contemplando la bóveda celeste como los antiguos. Mi Dios, el mio, es el Dios de Socrates, de Franklin, deVoltaire y de Béranger. Yo estoy a favor de la profesion de fe del vicario saboyano y los inmortales principios del ochenta y nueve. Por tanto, no admito un tipo de Dios que se pasea por su jardin bastón en mano, aloja a sus amigos en el vientre de las ballenas, muere lanazando un grito y resucita al cabo de tres dias: cosas absurdas en sí mismas y completamente opuestas, además, a todas las leyes de la física; lo que nos demuestra, de paso, que los sacerdotes han estado siempre sumidos en una ignorancia ignominiosa, en la que se esfuerzan por hundir con ellos a los pueblos.

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